3 de abril de 2013

Meditando con mi amigo Árbol


Párate derecho y orgulloso, recuerda tus raíces, toma mucha agua, sé feliz con tu propia belleza natural, disfruta de la vista y del aire libre.
A los árboles no les importan los años, siempre dan frutos y una reconfortante sombra. Son el refugio de innumerables seres y están llenos de vida. Nunca pierden el suelo porque están bien anclados de sus raíces. Se renuevan toda la vida. 

Amo a los árboles porque la naturaleza nos enseña lecciones maravillosas!




Hoy dedico tiempo para hacer un homenaje a nuestros ancestros. 

Aquellas personas que vinieron a este mundo antes que nosotros, que nos sostienen de alguna manera, pues somos consecuencia de lo que ellos son, viven y experimentan.


Son parte de nuestros genes y de nuestro ser y, tan solo por eso porque si ellos no existieran, tal vez nosotros tampoco existiríamos, debemos honrarlos y estar agradecidos con ellos reconociendo el habernos dado la oportunidad de existir.

Me gusta imaginar que todos ellos están haciendo una gran fila a mis espaldas sosteniéndome para que no caiga y, a la vez, impulsándome hacia delante, hacia la dirección que debo tomar. Son mis “ángeles” protectores que me acompañan en todo momento.
Ahí están, dentro de este ejército guardián incondicional: mi padre, mi madre, mi tío Jano, mis abuelos, mi hermana que siguió después de mí, mis tías y mis tíos, los bisabuelos y todos los que están antes que ellos.

Los haya conocido o no, ellos están ahí. Siempre dispuestos a protegerme, a sostenerme y a impulsarme, como si fuera yo la lanza encendida de una flecha poderosa dispuesta a destruir aquello que ya no sirve, para construir con el fuego nuevo del amor, lo vivo, lo potente y productivo.

Todo lo que hago en la vida lo doy por amor y tu hermoso ejemplo, realizo lo que me toca vivir de la mejor manera que puedo y quiero dedicarte esto a ti, lo voy a disfrutar con todos mis sentidos y va a ser mi manera de honrarte y agradecerte por todo lo que me diste y aún me das amada familia.